CUANDO SACAN LA TARASCA (extraido del artículo de Jam-Béjar BeM 30-marzo-2001
Hasta el s. XVII, la cultura en los pueblos se conserva prácticamente intacta, al ser éstos, núcleos de convivencia a los que no llega la influencia del estado y de la “religión oficial”. Gradualmente se va extendiendo un modelo cultural, único para todos, que utiliza las representaciones “populares” para realzar la jerarquía, en las que se incluyen aspectos propios de la zona, que las caracteriza. Posteriormente, la jerarquía eclesiástica, con prohibiciones sucesivas, intenta separar la fiesta popular (bailes, juegos, mascaradas, etc.) de las procesiones protocolarias. No es extraño encontrar poblaciones que integran elementos profanos en sus actos procesionales, como es el caso de la Tarasca. Este artilugio es una especie de monstruo con armazón de madera, provisto de ruedas que se conduce desde su interior. En muchas ocasiones sobre sus lomos porta una figura femenina con aspecto malvado, luciferino, mahometano,... que desvaloriza a la mujer y que varía según dicte la cultura oficial. Persigue a los niños para asustarlos, pero no para hacerles mal. Muchas localidades españolas conservaban su propia Tarasca, mientras otras la renovaban cada año. La Tarasca y los gigantones se prohibieron oficialmente en las procesiones de Madrid en 1.772 y en el resto del reino, el día 21 de junio de 1.780. Actualmente y tras periodos muy específicos, todavía se pueden ver en Toledo, Granada, Barcelona, Segovia, Sevilla,... El pueblo de Béjar y sus duques adquirieron en el año 1.590 unos Gigantes; posteriormente, en 1.596, el duque don Francisco III costeó ocho Gigantes de cinco varas de alto (4,20 m), para sacarlos en la Procesión, los cuales se fueron reparando hasta que en 1.712 se destruyeron en un regocijo público. La Tarasca y otras figuras que salían en la Procesión, se estropearon por tratarlas mal los que las llevaban. Ocurrió lo mismo con un órgano de ruedas y una torre con muchas campanitas de música, que había regalado el duque don Francisco II.
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